Mi biblioteca.

Erase una niña de tres años con un serio problema visual; llevaba sus gafas de pasta con una goma para evitar roturas. Los médicos diagnosticaron "ojo vago", la prescripción: "parche", "hay que hacer trabajar a ese ojo, lo mejor (le decían a su mamá) (a la mamá de la niña  ¡vaya!), póngaselo para ver la tele, así al prestar atención forzará la vista. ¡Qué poco acertaron con que para ver la tele hay que atenderla! Al poco rato de estar delante, oyendo los dibujos, la niña empezaba a bostezar y ¡plum! dormida como un tronco.
La mamá queriendo cumplir con el tratamiento y muy preocupada por los ojos de su niña cavilaba una solución.
Las intuiciones de las madres no suelen fallar...¡si la niña supiese leer!... Los dos hermanos mayores ya iban al cole, no fue dificil empezar con la cartilla (Amiguitos para más señas), el proceso fue rápido y cumplidos los cuatro estaba conseguido.
A partir de ese momento el ejercicio (visual) estaba claro; mamá planchaba: la niña leía; mamá cocinaba: la niña leía; mamá cosía: la niña leía. Siempre en voz alta para evitar esos sueños inoportunos. Visto en el 2014 indigna un poco que las principales tareas de las mamás-amas de casa fuesen estas, pero entonces fue providencial.
Asi, con los olores caseros de fondo pasaron Esopo, Samaniego y Fontaine con sus fábulas; toda la colección de Cuentos maravillosos para niñas y Cuentos fantásticos para niños, las primeras poesias infantiles de Gloria Fuertes, las vidas de Genoveva de Bramante, San Julián; por supuesto los inolvidables Senda 1-2-3 y 4, donde se alternaba el cuento, las aventuras, la poesía y el teatro.
Lo de los ojos mejoró, volvió a empeorar, las dioptrias bajaron y subieron, cambió hasta que el progreso de la medicina hizo lo que correspondía.
Lo que continuó de aquello fueron los Cinco; Los Hollister; Julio Verne; Yusuf, el niño judío; Esther y su mundo;  Mujercitas; Torres de Malory; Ana de las tejas verdes...
Y continuó... con Raices; Gerald Durrell; cuentos clásicos en versiones originales; las primeras novelas...
Así hasta el día de hoy, donde mi mejor regalo es un libro, donde nunca hay menos de tres en mi mesilla, ni en una bolsa si salgo de viaje. En mi biblioteca hay más de mil libros, cuidadosamente clasificados por materias y orden alfabético, registrados en una base de datos actualizada.
Pero aunque el placer de tener un libro entre las manos no es comparable a otro, la mejor biblioteca no es la gran estantería de mi salón; lo que tengo de verdad es lo que tengo dentro: cada personaje, cada aventura, cada emoción, cada risa o cada lágrima que he descubierto entre las páginas de los libros leidos. Tantisimos mios, prestados o de la biblioteca pública; cada uno de ellos convertido en un mundo entero para mi sola.
Gracias mamá, por todo lo que he leido... y por lo que me queda por leer.

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