jueves, 20 de noviembre de 2014

DERECHOS...¿DE QUÉ NIÑ@S?


Día 20 de noviembre de 1989 la Asamblea general de Naciones Unidas aprueba los derechos de la Infancia. Hoy se cumplen 25 años de aquel momento histórico.

A., 7 años, tiene derecho a tener las manos limpias y las uñas cortadas.
L., 4 años, tiene derecho a dormir en una cama, no en una plancha de espuma sobre un suelo húmedo.
Y., 6 años, tiene derecho a que su calle esté asfaltada, no sea un barrizal.
J., 10 años, tiene derecho a ir con calzado cerrado en invierno, sin que la suela se caiga a pedazos.
D., 8 años, tiene derecho a almorzar en el recreo, sin pedir a los compañeros lo que ellos no quieren.
I., 5 años, tiene derecho a que su padre y su madre no se peleen y se insulten en la puerta del colegio.
N., 9 años, tiene derecho a ser igual que su hermano varón y no tener que cargar con su mochila.
Y., 5 años, tiene derecho a tratamiento odontológico.
J., 3 años, tiene derecho a oler bien.
S., 9 años, tiene derecho a llevar calcetines.
S., 8 años, tiene derecho a llevar tarea a casa y que no se pierda o la rompan.
M., 10 años, tiene derecho a tener material escolar.
I., 4 años, tiene derecho a llegar puntual por las mañanas.


¡Ah! ¿Qué estos derechos no son los que están escritos en la declaración de la ONU? Claro, yo no estaba pensando en niños y niñas anónimos... yo conozco a estos niños y niñas, con nombres, con rostros, con familias... en pleno siglo XXI, en la ciudad de Madrid, estos son los derechos por los que tenemos que pelear.

lunes, 3 de noviembre de 2014

EN COMA ¿ESTÁS?

Para Paco, por tu dolor, por tantas cosas maravillosas que tu madre ha dejado en tí.



Cuando estás frente a una persona gravemente enferma, hay miles de dudas que te interrogan...
¿cómo puede cambiar la vida, asi, en unos minutos, poniendo al límite a una familia?
Miro con envidia a otras enfermas que hablan con dificultad, caminan arrastrando los pies, miran y conocen a sus acompañantes... Yo solo observo el pecho, que sube y baja, a veces rítmico, a veces inestable. Y sigo interrogándome...
 ¿está aquí ella de verdad?
¿están en esta cama su voz, sus sonrisas, sus enfados, sus deseos, sus expresiones, sus preocupaciones, sus sentimientos?
Su cuerpo, esa perfecta carcasa que la naturaleza le dió un día, que le ha durado todos estos años, se ha roto, se ha estropeado, ya no vale, ya no le pertenece.
Ella ya no está debajo de esa piel, ya no puede proyectarse por su mirada, por sus palabras, por sus gestos...
Somos tan limitados que la cogemos las manos, la acariciamos la cara, la besamos y nos convencemos de que nos estamos despidiendo. Esto solo nos sirve para tranquilizar nuestra inquietud, pero no es necesario; porque ella sigue estando donde antes: su imagen en nuestros ojos, su tacto en nuestra piel, su voz en nuestros oídos, su dedicación y su amor en nuestro corazón.
Solamente vamos a perder la parte física, la echaremos de menos, pero su esencia, lo que la hizo verdaderamente humana está, como siempre ha estado, aquí, dentro de cada uno.